Relamida en aquellos jirones
enjugados de besos abisinios
sin más caídas ni saltos
que los del birmano herido
al calor de los tejados
suavízame
con mis vidas
en el asfalto que me abdica
y en los zarpazos proscritos
esta salvaje egipcia
ronronea sin medida
en los días abrigados
seamos
entonces
mininos
sin adjetivos
ni pronombres.