Beatrice Borgia, 21 de julio de 2020
ESTOCOLMO A CERO GRADOS
sangre de cordero: el padre de todas las bestias.
ni un ruído violeta en las tardes de piscina
donde las avispas rugen un salve maría
(no hay gracia en el reino);
setenta y siete pecas
y sus consecuentes carcajadas
tratando de no tragar cloro
de tragar
y tragar
(nadie vendrá a salvarnos).
y estocolmo a cero grados
mientras la noria gira
el algodón de azúcar se funde
los hierros siguen encajando
la lona se tensa bajo los plátanos
y en el tablero sigue la partida
(valencia betis sevilla las palmas).
qué lindas las noches de feria:
pueden seguir jugando los inocentes
los de las uñas carcomidas por los ratones
los de la mirada limpia y el corazón
quién sabe el corazón
escapó una madrugada de agosto
intentando mantener el tipo
lejos del acero y la fibra
al soniquete de unos dados
(pueden seguir jugando).
y templó estocolmo:
matar al padre
Beatrice Borgia
que no nos quede amor en el tintero
que la noche no llegue sin aroma
que el delantal siga cojo cada martes
que la vainilla dance culebrinas
que las cosquillas bajo la nariz
sigan siendo el mejor poema
que esto no sea sólo llanto
y se borren de los calendarios
los veinticinco de agosto.
hay un desierto infranqueable
donde los reinos antiguos
han perdido su rumbo
donde el amor no sabe qué hacerse
donde aquello de los besos
que no saben darse
y sabían
cuánto sabían.
y el amor
en el tintero
Observar la resiliencia
no como lugar de destino
si no como el hogar
que nos hace suyos
que nos quiere libres
y enteros;
permitirse el abrazo a distancia
cuando tu y yo
aún no éramos tu y yo
en el tiempo de las estaciones
y las baldosas rojas
y los ladridos
y el viento:
entonces
las hormigas fueron refugio
bajo la única ventana
donde el monstruo se evaporaba
y qué importan los golpes
y las cicatrices
qué importa el odio ajeno
si pienso en tu imagen
cuando la música
antes de la música
cuando los pasacalles
cuando las noches de reyes
cuando las partituras
cuando amurallados
nos vinimos arriba
y qué importa
si somos hogar
en el jardín de los resilientes
Beatrice Borgia
EN MI DEFENSA
como un acto
de obscenidad pueril
debo confesar.
y confieso
que el perdón nunca llega tarde
si es mercury quien lo anuncia:
qué sencillo resultaba
decirse tanto entre canciones
qué sencillo hacerse
de los nudos cicatrices
y mascarse los puntos
donde la calle termina
pero lo dije en presente:
el amor nos permanece
y nos permanece el hogar
cuando asoma tu imagen
en una red social cualquiera
y me arranco por soleares
soñando a víscera abierta
a corazón encogido
a doble lazo
en la estación de un tren
con destino incierto.
la defensa
es un abrazo indefinido
con final abierto.
Beatrice Borgia, 26 de julio de 2018
con las llaves entre los dedos
pero tienes que
hacerlo
bien:
una entre los nudillos del índice y corazón
otra entre el corazón y el anular
y las anudillas con todas las fuerzas
de las que gritaron «no»
de los gritos
y gritos
y los «no»
y más «no».
o también sirve
agarrar un bolígrafo
para que no te agarren
con alevosía
y
premeditación
y nos damos a los caracteres
en los grupos de whatsapp
con la fórmula infalible
para dejar de ser gacelas
en un universo de panteras
o damos un zarpazo
y dejamos los tapetes de ganchillo
y las novelas de media tarde
y esa pose tan linda
de las chicas bien
al amparo
de sus prohombres
y nos cagamos en la hostia
que resulta tan poco poético
aunque versa al fin
y al cabo
y nos versamos
en guerrillas de leonas
por las calles
y los mares:
que las tintas sean otras
que otros sean
los finales
Madres
las madres
meamos una mañana cualquiera
sobre un test de embarazo que da positivo
y repasamos los últimos polvos tratando de adivinar
en cuál de ellos se instaló la vida
en nuestros úteros;
pasamos nueve meses
entre vomitonas matutinas
mareos de diversa índole
y esa mirada bovina
perdida hacia el infinito
cada vez que algo se mueve
algo así como burbujas de cava
que se transforman en patadas
de un delantero de primera
a medida que crece.
las madres
nos hacemos grandes entonces
y con nuestra elegancia paquidérmica
avanzamos hacia salas de parto
donde nos despatarramos
y nos clavan agujas
y sentimos dolores
y en el dolor y los gritos
parimos como auténticas gatas.
las madres
llenamos nuestras ubres de leche
llenas de una nueva dimensión de amor
y amar-mantamos a diestro y siniestro
con una colección de estrías
y colgajos
y llenas
avanzamos hacia los colegios
con bocadillos de nutella en las manos
y las pocas horas de sueño
tras las compras los pucheros los deberes el trabajo
la casa las reuniones los pagos el cuento de buenas noches
y el poema que se recita en un evento cualquiera.
las madres somos esas insensatas
que nos lanzamos a esto de ser madres
sin manual de instrucciones
ni paracaídas y que
a veces
traemos hijos al mundo que agreden violan y matan
y que son psicópatas
malas personas
seres maquiavélicos
engendros retorcidos
nunca hijos de puta
jamás
hijos de puta
deshacerse del nido
nunca es fácil:
los días me quieren ciega
entre las paredes de este cuerpo
que sigue a la suya
cuesta
abajo.
decirte adiós por fases
arrancar semanas del almanaque
metiendo los dedos en el buzón
y no llegas;
dame una puta señal
para seguir construyendo castillos
en la tarima del comedor
con las piezas rojas
de un lego
cualquiera
(sólo quiero las rojas).
esta noche
quiero emprender la huida:
dime que puedo esconderme
del personal con sus batas blancas
de la vía en el brazo izquierdo
del bisturí con sus gasas
de la costura a ras
de coño
y no te atrevas
a mirarme con ojos de cordero;
cuando esté con los dientes
sujetando el siguiente grito
no serás tú quien venga
a salvarme
mi dolor será éste
y sólo podré alzarme
jodidamente satisfecha
porque sigo en pié
sigo
permanezco
voy a mojarme
como los amantes
en su última noche
como la nube
pariendo elefantes
sobre la mesa
como aquellas veces
en que quise pronunciarte
al abrigo de los kiwis
tras el reflejo rojo
de una despedida
muda;
mojarse
hacerse agua
deshecha en el eco
de nuestro penúltimo abrazo
dispuesta a perder de nuevo
a perder horizontes
y mañanas
y encontrarnos
en la valentía de los perdedores
cuando no queda pérdida mayor
que mantenerse a flote
en el bucle de la
marmota.
afuera hace frío
y sigo siendo agua
en las murallas
en las cuestas de grava
bajo las ventanas de algún músico
obsesionado con su poesía
en los papeles de unos críos
demasiado perdidos
en el verde que
te brilla
me lluevo
y todo esto tan extraño
sin cabeza ni pies
para que sepas
que me estoy mojando
(puede seguir la función)
al final del arcoíris
soy una mierda de poeta
y ni siquiera en esto soy original:
como mujer tengo mil defectos
cada vez soporto menos
a los impostores de medio pelo
me crujen las rodillas en las escaleras
necesito tomar vitaminas a diario
y he empezado a perder algún rizo
al tiempo que sumo algo de peso
y soy una mierda de amante
porque no sé jurar amor eterno
ni me sale quebrarme en quejíos
esperando la penúltima cita
y si no llegas a tiempo
acabo con las manos
que son las que mejor conocen
(al fin y al cabo)
pero esta mujer absurda
esta poeta con pies en la cabeza
sabrá conocerte en los silencios
y promete entregarse en la ternura
con un pacto entre guerreros
al final de arcoíris
sin grandes dramas
(y una vez más: hágase el amor)